INDEPENDENCIA EN EL APRENDIZAJE
“Nuestros alumnos no son hojas en
blanco. Saben bastante. Nuestro labor esencial como profesores es coordinar y
desarrollar lo que pueden aportar, partiendo de dónde ellos están y no de dónde
nosotros, los profesores, estamos. No basta sólo con desear la autonomía del
alumno, hay que poner la gradualmente en práctica”.
José Luis Vera, 1995
El término “autonomía” está hoy en
boga. No hay libro de texto, conferencia nacional o internacional, Diseños y
Materiales Curriculares promovidos por el MEC o las distintas Autonomías,
autores que intentan acercar la Reforma a los usuarios, etc. en los que este
término no se encuentre presente de alguna u otra forma. Sin embargo, no es un
vocablo nuevo en la educación. Varios de sus aspectos más relevantes pueden ser
encontrados en teóricos de la educación como Comenio, Rousseau, Dewey o
Pestalozzi. Es en estas últimas décadas cuando se convierte en un elemento
central entre los teóricos, sobre todo dedicados a la enseñanza de adultos.
Uno de los más importantes resultados
del movimiento comunicativo en la enseñanza y aprendizaje de una lengua, ha
sido el reforzamiento del papel del alumno en el proceso de aprendizaje. La
tradicional separación entre contenidos y metodología no está actualmente tan
distante como en el pasado. Cómo y por qué se aprende (o no se aprende)
resultan tan importantes como qué se aprende. Todo esto hace obligatoriamente
cambiar la típica distribución de poder y autoridad en el contexto educativo.
El alumno se puede llegar a convertir, dependiendo de la actitud del profesor 1 en relación con su autonomía, en co-responsable, junto al profesor,
en el proceso de planificación, desarrollo y evaluación del currículum.
El hecho de compartir papeles hace que
profesores y alumnos puedan imponer y distribuir responsabilidades que antes
estaban bien diferenciadas. Una de las responsabilidades mayores es la de tener
conciencia acerca del propio proceso de aprendizaje y de las estrategias
desarrolladas, es decir, cómo se aprende. Este conocimiento no puede permanecer
la tente, sino que se debe convertir en acciones apropiadas. Los alumnos
necesitan aprender a aprender como vehículo esencial para adquirir
conocimientos autónomamente, en medio de las estructuras de aprendizaje
impuestas por el marco institucional en el cual participan.
En términos prácticos, se ha observado
reiteradamente, que cuando se potencia la autonomía el alumno cambia la
interpretación de los distintos elementos y procesos curriculares, tanto para
los alumnos como para los profesores. Los binomios típicos van a alterar su
significado, ejemplo: enseñanza/aprendizaje, proceso/ producto, las re la
ciones profesor/alumno, estrategias de enseñanza/estrategias de aprendizaje,
etc.
Es unánimemente admitido por todos los
investigadores que los alumnos necesitan ser entrenados para ser más autónomos. De todas formas, somos de la opinión que el entrenamiento
del alumno se hace mejor desde la propia asignatura que se estudia, en nuestro
caso las lenguas extranjeras, añadiendo, además, que debe hacerse gradualmente.
Detrás de un alumnado autónomo hay,
casi con seguridad, un profesor autónomo en el sentido sugerido por Stenhouse
(1987:69), no profesionalmente dependiente de supervisores externos o
investigadores. Ello no quiere decir que no debamos estar abiertos a otras
ideas y experiencias externas para ayudarnos a reflexionar acerca de nuestra
enseñanza y los resultados de aprendizaje. Lo que queremos resaltar es el tipo
de profesor investigador de su propia práctica.
Desde la introducción queremos dejar
constancia de que decidirse por ofrecer autonomía al alumno es un riesgo que
cada uno debe correr a la luz de sus circunstancias profesionales y personales.
Sabemos, por experiencia personal y ajena, que el alumnado que trabaja con esta
filosofía de entender el aprendizaje y la enseñanza se resiste, la mayoría de
las veces, a volver a antiguos esquemas más centrados en el profesor. Nos
gustaría que aquellos que así lo decidan sepan desde el comienzo los aspectos
positivos y negativos que se van a encontrar durante el proceso.
Se trata, pues, de incluir al alumnado
en nuestros planes, decisiones, soluciones, etc. Son ellos en definitiva
quienes tienen la obligación y responsabilidad de prepararse. Lo que debemos
hacer nosotros, los profesores, es utilizar verbos que definen nuestros
objetivos con la partícula “co-“ delante. El resultado será co-planificar,
co-desarrolla r, co-evaluar, co-responsabilizar, etc. Con toda sinceridad,
hemos de decir que cuando se adopta una postura como la descrita ante el
aprendizaje y la formación aprendemos una cantidad ilimitada de variantes sobre
la profesión, tantas como alumnos tengamos.
Sin embargo, la decisión de incorporar
la autonomía del alumno en nuestras clases podría parecer a ojos de alguien sin
una experiencia similar la más cómoda y sencilla de llevar. No es así. Este p
la n de actuación requiere una organización, unos medios, unos instrumentos,
una actitud acorde, un esfuerzo continuado, etc. sobre todo al principio de la
experiencia. Sólo así podremos ver cumplidos nuestros objetivos. Siendo
sinceros, hemos de decir que hay momentos en los que sería más fácil ser un
profesor conductor de todo el proceso de enseñanza-aprendizaje; menos mal que
estos deseos pasan pronto ante la evidencia del trabajo realizado por los
alumnos.
No queremos dar la impresión de que
este camino de la autonomía sea para profesores “especiales”. Lo importante es
resolver, en todo momento, nuestra coherencia personal y profesional tratando
de buscar alternativas a pesar de los éxitos y fracasos. Cada uno traza su
camino según sea, pueda, deba y desee. Lo mejor de esta profesión es que los
caminos están abiertos en muchos sentidos. A veces mucho más de lo que nosotros
mismos creemos.
¿POR QUÉ FOMENTAR LA AUTONOMÍA EN EL APRENDIZAJE?
Si le das un pescado a un hombre, lo alimentas por un día.
Si lo enseñas a pescar, lo alimentas para toda la vida.
Confucio 551- 479 AC
Consideramos que el aprendizaje que plantea la teoría
constructivista nos lleva directamente a buscar formas de enseñanza y
aprendizaje que ayuden a nuestros alumnos hacia una mayor autonomía en su
aprendizaje. Si pretendemos que sean los alumnos quienes construyan su
conocimiento, sus propios significados, será necesaria una organización
didáctica que les facilite este “aprender significativamente”. Por otra parte,
en los niveles no universitarios, hay otra razón fundamental: la autonomía del
aprendizaje está incluida explícitamente en relación con los objetivos,
contenidos, metodología y evaluación en la educación actual.
Aparte de lo mencionado, vemos otra razón esencial
relacionada con el alumno como ser social actual y en el futuro: dentro del panorama
social actual, lo único que parece mantenerse es el cambio. Siendo así, también
parece necesario, desde este punto de vista, preparar, en la medida de lo
posible, a los futuros participantes de esta sociedad para afrontar esta
situación de cambios. Como afirma Little (1990:8), no se puede pretender que
los niños sean adolescentes y más adelante adultos autónomos si no han
aprendido a ejercer esta autonomía durante la etapa escolar. Trim (1988:3)
puntualiza que ninguna escuela ni ninguna universidad puede proporcionar a sus
alumnos todos los conocimientos o destrezas que puedan necesitar durante toda
su vida y, por tanto, la mejor formación que se le puede ofrecer al alumno es
la capacidad de seguir formándose más adelante.
En resumen, ayudar a los alumnos a ser más responsables en su
propio aprendizaje produce multitud de efectos beneficiosos, entre ellos, que
el alumno no es sólo un alumno momentáneo de una determinada asignatura o área
sino que es un alumno de por vida. Lo que aprende puede olvidarse; sin embargo,
cómo lo ha aprendido permanece más fácilmente. La formación integral de
nuestros alumnos exige que los profesores tomemos posturas más radicales
respecto a qué tienen que aprender y cómo lo tienen que hacer. No vamos a estar
constantemente a su lado para dictarles los conocimientos que necesitan, sin
embargo, es muy posible que tengan acceso a unos medios que les permitan
obtenerlos por sí mismos.
“Un
camino de mil millas comienza con un paso”
Lao
Tse
“Autonomía
es cuando el aprendiente quiere y es capaz de hacerse cargo de su propio
aprendizaje, i.e. independientemente:
•
eligiendo sus objetivos
•
eligiendo materiales, métodos y tareas
•
ejercitando la elección y determinación en la organización y realización de las
tareas elegidas
•
eligiendo y aplicando los criterios de evaluación.
H.
Holec, 1983
“Autonomía es cuando el aprendiente quiere y es capaz de
hacerse cargo de su propio aprendizaje, i.e. independientemente:
• eligiendo sus objetivos
• eligiendo materiales, métodos y tareas
• ejercitando la elección y determinación en la
organización y realización de las tareas elegidas
• eligiendo y aplicando los criterios de evaluación.
H. Holec, 1983
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